dijous, 28 de juny del 2018

Escacs

Amsterdam
El poder simbòlic dels escacs ha estat abastament tractat a la literatura. Personalment, La defensa de Vladimir Nabokov i Novel·la d´escacs de Stefan Zweig són les dues novel·les que més m´agraden, tot i que se´n continuen escrivint de força raonables, com ara Mishenka de Daniel Tammet que he llegit fa poc i que fa una reconstrucció força fidedigna del matx pel títol mundial que va enfrontar Mihail Botvinnik amb Misha Tal a començaments dels seixantes.
Ara bé, potser cap autor n´ha captat l´essència d´una manera tan rotunda com va fer Borges en un parell de sonets: “En su grave rincón, los jugadores/ rigen las lentas piezas. El tablero/ los demora hasta el alba en su severo/ ámbito en que se odian dos colores./ Adentro irradian mágicos rigores/ las formas: torre homérica, ligero /caballo, armada reina, rey postrero,/ oblicuo alfil y peones agresores./ Cuando los jugadores se hayan ido,/ cuando el tiempo los haya consumido,/ ciertamente no habrá cesado el rito. /En el Oriente se encendió esta guerra /cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra./ Como el otro, este juego es infinito.”
O també: “ Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada/ reina, torre directa y peón ladino/ sobre lo negro y blanco del camino/ buscan y libran su batalla armada./ No saben que la mano señalada/ del jugador gobierna su destino,/ no saben que un rigor adamantino/ sujeta su albedrío y su jornada./También el jugador es prisionero/ (la sentencia es de Omar) de otro tablero/ de negras noches y de blancos días./ Dios mueve al jugador, y éste, la pieza./ ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza/ de polvo y tiempo y sueño y agonía?"

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